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Autor bot111, Autor José Antonio Mejías Gimeno, Biodiversidad, Biología vegetal, Botánica, micología, naturaleza, setas
Siempre me he sentido fascinado por el mundo de los hongos. La proliferación casi repentina en nuestros campos y bosques de sus curiosas fructificaciones durante los períodos lluviosos me resulta casi mágica y produce una intensa atracción sobre mí. Cuando era muy joven, poco más que un adolescente recién ingresado en nuestra Facultad, mi motivación parecía responder a un sentimiento atávico en que se mezclaban la pasión de un cazador empeñado en una caza no cruenta y el interés por descubrir un mundo natural oculto. En aquel tiempo no existían en Andalucía asociaciones micológicas a mano que me facilitaran el satisfacer esa motivación de forma segura, y me lancé al campo a recolectar setas con un par de guías y un poco de inconsciencia. Deciros que en la biblioteca de nuestra Facultad hay una estantería monográfica temporal dedicada a «Setas y Hongos» donde podéis encontrar unas buenas guías sobre ellos.
A pesar del entorno claramente micófobo, probé así a consumir una decena de especies que manejaba con tranquilidad y me gané cierto respeto por parte de algunas personas de mi entorno, y especialmente de mi madre que siempre que llegaba a casa con los frutos del bosque en la cesta se obligaba a probarlos porque decía no querer llegar a ser madre de un difunto. Mi padre, por el contrario, nunca probó ni se fió de las setas recolectadas por mí. Mis recuerdos actuales de esa lejana época se centran más en las jornadas de recogida que en los banquetes, a veces algo exiguos, que con el producto del día podía elaborar, y he llegado a la conclusión de que lo verdaderamente gratificante para el micólogo aficionado es la recolección de setas más que su degustación. Sigue leyendo